Ninguno de los 7 millones de Cristos y Vírgenes de Sevilla lograrán salvarla de la ola de calor
Da igual que en lo que va de año se hayan sacado cerca de 600 cofradías, da igual que en cada casa cuelguen crucifijos, altares, estampas a espuertas, da igual que Sevilla tenga más iglesias y conventos que el resto del orbe católico junto, da igual que se forren las paredes de las tabernas con 3.000 millones de imágenes de las decenas de hermandades de la ciudad, da igual que se le cambien los nombre tradicionales de las calles por el de esa imagen tan venerada por parte del barrio, da igual que se le conceda la medalla al «mérito civil» a una Virgen muy bien tallada y especialmente milagrosa, da igual… Sevilla es castigada nuevamente con el advenimiento del Infierno, los malditos infiernos estivales, la caló más terrorífica y espantosa.
Otra vez escucharemos a los viejos indígenas del lugar decir aquello de que nunca habían conocido un verano tan caluroso, que llevan una semana sin poder dormir obligados a arrastrarse por las tabernas, que el termómetro de la Resolana marca la temperatura de la caldera de Pedro Botero…
El caso es que cuando se le preguntan por qué el Gran Poder o cualquier otro Cristo o similar no nos salvan de este Infierno, estos lugareños se les pone cara de urta a la roteña, se santiguan y a continuación, se piden otra menta poleo con dos dedos de espuma.
Sin embargo, el padre Agustín de la Ostia, coadjuntor de la Iglesia de la Santa Esquina de tu Casa, ha declarado en exclusiva a Sevilla Today que «estos tsunamis de calor nos destrozan cada canícula porque no se organizan las procesiones como se debe, con la petición explícita a los cielos de que se vaya la caló. Sí que es verdad que si se sacasen las tallas por estas fechas se desintegrarían al minuto uno, cuales pinos de Doñana. Sin duda, lo mejón es quedarse con el aire puesto en casa y el que no lo tenga, pues que… rece mucho.» Sostiene de la Ostia.
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