El pokemon en adobo se convierte en la tapa estrella del Blanco cerrillo
Sevilla, al igual que ese mundo que se adivina más allá del Aljarafe, se ha llenado de criaturitas cazando pokemones, celular en mano y a 45 grados a la sombra. Todo un deporte de riesgo que a más de uno lo ha convertido en Pikachu con los ojos vueltos. El caso es que no se sabía qué hacer con tanto bicho cazado, y el populoso Blanco Cerrillo de calle Tetuán los ha terminado haciendo en adobo.
Con el lema de “Pokemon que vuela a la cazuela”, el bar monto un kiosco de conglomerado en sierpes, para comprar los manojos de pokemones a 5 céntimos a todo zagal friki que se acercara. En pocas horas ya se maceraban en adobo, las primeras raciones de pokemones, que por otra parte, ya llegan medio fritos por la caló a la salmuera.
«En adobo la vida sabe mejor y los pokemones por muy digitales que aparezcan lo aguantan divinamente y reciben la fritanga que saben a crema». Manifiesta Manolo Blanco-Cerro, regente del afamado local. «Con la media ración, ponemos unos superchochos bross y la cerveza analógica de toda la vida, miarma». Apunta el hostelero.
Evidentemente, el Blanco Cerrillo se ha llenado de clientes cazadores que, equipados con móviles y tablets y tras cargar balas en la armería Zeta, paran en el bar a repostar Cruzcampo gélida y contarse las batallitas de esta «apasionante chuminá que nos consume» como bien define el laureado poeta de calle Feria, Tolobeo Cansino.
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