La torre Pelli amanece con una cruz de Mayo del revés
- Zoido: «Depuraremos responsabilidades hasta las últimas existencias»
- Monseñor Asenjo: «Esto es obra del diablo de la coleta”
- Joan Laguita, presidente de Caixabanc: “Eso nos lo han puesto porque nos tienen hambre”
Esta mañana el horizonte hispalense se veía culminado con una irreverente cruz de tamaño monumental coronando la Torre Pelli de Caixabank.
“Lo que os pasa es que no nos podéis ver porque os jode que nosotros tengamos vuestra pela” Eran las duras palabras del presidente de Caixabank, Joan Laguita, tras conocer la noticia. El conocido rascacielos, aun en obras y por inaugurar, presentaba en su azotea una inmensa cruz de Mayo, de unos 6’66 metros de altura, que lucía boca abajo. Tan inquietante símbolo se podía contemplar desde media Sevilla, hasta que fue desmantelado por efectivos de la policía municipal. Más tarde y por orden de Juaninnasio Zoido, la “anticruz” de Mayo fue cedida a la Hermandad de las 7 Palabras . “Sus hermanos aprovecharán esa cruz tan roja, para plantarla como dios manda: boca arriba y en mitad de la plaza.” – Apuntaba un alcalde sin desayunar y siempre generoso con el asociacionismo cofrade.- “En cuanto a los culpables, podemos decir que depuraremos responsabilidades hasta acabar con las últimas existencias”.
Acto seguido y prometiendo que estaría luego ahí para la foto, Zoido marchaba al puesto de churros de la vieja Micaela, quien nos indicaba que “esto son cosas de chiquillos. Cuando yo era chica éramos aún más cafres y nos dio por quemar iglesias. No veas la que se armó…”.
Desde la formación de “izquierda apocalíptica”, Podemos, ya han lanzado un burofax desentendiéndose de este tipo de actos y de cualquier otro que pueda quitarles el más mínimo voto de Valverde. Sin embargo, el arzobispo de Sevilla, monseñor Asenjo, tiró la mitra al suelo, se puso el casco de obrero y gritando “¡sujetadme!”, amagó con subir a la azotea para exorcizar el rascacielos. “esto es obra de ese nuevo partido del diablo de la coleta. Juanninasio ¿te quedan churros?”, afirmaba un colérico y hambriento monseñor.
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