Las avalanchas fueron provocadas por el rumor de churros gratis en La Macarena

La policía local en consonancia con las fuerzas de seguridad del estado y los armaos de la Macarena han llegado a la firme conclusión de que las avalanchas de la pasada Madrugá no se provocaron por unos chavales tirando petardos o simulando peleas, ni por un senegalés harto de shandy gritando que «Alá es más grande que Barcelona».

Todas las pesquisas de la policía científica del Quimicefa apuntan a su vez a que  pánico vivido en la noche del Jueves Santo no fue tal en un principio. «Cuando por fin hemos estrechado el círculo hasta llegar al meollo de la cuestión, hemos podido constatar que todos los núcleos lo conformaban unos graciosos que iban diciendo a todo el personal que en la Macarena daban churros gratis.» Señala el jefe de la PCQ, Nicasio Mehasen.

Al parecer, el rumor de calentitos gratis se extendía como una bendición de Dios entre las fervorosas masas que poblaban bares y aceras. Hasta que otro gracioso gritó aquello de «carajote el último». Este alarido de guerra provocó las primeras carreritas, que se fueron transformando en auténticas avalanchas de pánico, al no saber ni Carlos Herrera (quien lo suele saber todo porque así lo ha querido Dios y el PP) de lo que se trataba.

«Aunque evidentemente esas estampidas solo las pueden provocar los podemitas o los drogadictos de sus hijos… Déjense de vainas ni churro migao, aquí hay que encerrar a los culpables hasta que las vírgenes salgan sobre drones… Aprendamos de Caifás el de la bofetá y hagamos caer todo el peso de la ley sobre los sospechosos… Prohibamos el alcohol y no vendamos shandy a los africanos!» Eran las cristianas palabras del presidente del consejo de cofradías, Juan de Dios Rogando, pidiendo a la sevillanía que pusiera la otra mejilla sin contemplaciones a los que supuestamente le ha hecho tantísimo daño. Y Sevilla, por supuesto, ha ofrecido su mejilla B y ha terminado comiendo churros en La Macarena. Como siempre.