La Superluna anuncia el apocalipsis Mahou
Conforme se iba acercando la noche en el día de ayer, todo eran mágicas expectativas y lunáticos presagios con la llegada de la Superluna; la más grande de las Lunas avistadas en los últimos tiempos que, cómo no, en Sevilla iba a ser aún mayor. Las fuerzas de seguridad del estado municipal se encontraban preparadas para afrontar la peor de las situaciones posibles: Se estimaba que la fuerza de gravedad lunar te podía sacar el serranito de la pelleja sin pestañear, que una locura generalizada empujaría a montar tunas insufribles durante la noche o que los hombres lobos y las mujeres lobas de toda la vida adquirirían dimensiones espantosamente grandes hasta el punto de tener que ser recluidos en la perrera municipal.
Todo esto era normal y previsible en una situación de emergencia, pero lo que miles de sevillanos puedieron presencia cuando llegó la noche no tiene parangón en la historia de la ciudad. A medida que la Superluna se iba materializando y dejaba ver la luminosidad de su blanca cara milenaria, el horror se dibujaba ante una sevillanía aterrorizada, pero que sabe interpretar las señales desde que «Pichi y Miqueliño fueron a Bretaña»: sobre la faz del satélite, un descomunal logotipo de cervezas Mahou se dibujaba todopoderoso, manteniéndose en la misma posición durante toooda la noche.
En ese momento, las parroquias de tabernas señeras como el Tremendo, el J o El Tajo, miríadas de hermandades, peñas y asociaciones tapaderas que lo único que persiguen es beber Cruzcampo montaban órdenes mendicantes a la desesperada. Estas cruzaban las calles de Sevilla, mientras pronunciaban frases como «esto es el acabóse», «pa dos días que me quedan en el convento, me engorilo adentro», «sálvanos del Apocalipsis Mahou, Gambrinus todopoderoso». Los manifestantes desfilaban lacerándose camino a la fábrica de Heineken en Torreblanca. Allí se mantienen concentrados hasta ahora esperando lo peor. La extinción de la cerveza Cruzcampo parece inevitable.
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