martes, abril 23, 2024
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El Giraldillo se hace un «balconing» desde lo alto de la Giralda

Ayer la legendaria estatua de bronce que corona la Giralda de Sevilla desde hace cinco siglos, sorprendía a propios y extraños mientras se pegaba un chapuzón, con pelota de goma incluido, en la fuente de los faroles de la sevillana plaza Virgen de los Reyes. El Giraldillo había llegado hasta allí haciéndose un «balconing» por su propio pie – o bola o lo que tenga ahí debajo que lo sostiene – cual niñato de Magaluf. Un salto certero desde el mismo campanario mayor de la Catedral, hasta la misma fuente de abajo, que dejó chorreando del salpiconazo a los coches de caballos del entorno.

«Estaba más recalentao que el brasero de John Nieve y es que ya no podía aguantá más allí arriba, miarma.» Declaraba bajo un chorro de agua la popular Giganta a Sevilla Today. «¿Tú sabes lo que es llevarse allí en lo alto con el Lorenzo dando de plano en pleno agosto sevillano? Y encima esa fuentecita guiñándome el ojo desde abajo cada tórrido día… pues nada que al final me he tenío que acabar bajando.» Sostiene la estatua.

El primero que se ha acercado a la fuente-farola – que diseñara en 1929 el insigne escultor José Lafita, mientras pensaba en jamarse un choco de Isla Cristina – para recriminar la actitud de El Giraldillo, fue el arzobispo de Sevilla, Monseñor Asenjo: » ¿Pero qué haces chapoteando como una vieja en el Náutico? La fe es algo inamovible y como tal debes permanecer en lo alto del templo de Dios ¡bala perdida!». La descomunal estatua se limitaba, por su parte, a hacerse la muerta. Finalmente, el Cabildo, aunque sólo sea por esta vez, le ha acabado dando permiso de baño a la estatua: «A las 10 de la noche le hemos dicho que parriba.»

Los cientos de turistas que igualmente se agolpaban junto a la fuente-farola, buscando desesperadamente el frescor del agua, creían que aquello era uno de los trillones de fastos cofrades más de la ciudad o que la Giganta era un androide que había saltado desde La Giralda como lo hacen sus hijos en Magaluf. Así que aflojaron sus carteras, sacaron sus palo-selfie, hicieron sus retratos y se fueron para la Catedral o donde les mandara el del abanico que los guía, que para eso le pagan.



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